martes, 15 de noviembre de 2011

Nos vemos en la azotea...





Habían pasado ya algunos años y la vida...cómo cambia la vida en unos pocos años.

De pronto Victoria se acordó de un lugar en lo alto de la ciudad al que no había ido nunca. Llevaba un tiempo conociendo a Lucas pero sabía que no debía desperdiciar ninguna idea que tuviese, por muy pronto que fuese.
No le dijo nada, le vendó los ojos y susurró:
-¿Te fías de mi?
- Siempre.
No quería creer en todo lo que él le contaba, hacía un tiempo había ido construyendo un pequeño muro en su interior, aquel muro que intentó derribar con todo su empeño en otro interior años antes.
Arrancó su Fiat 500 blanco de capota granate, por fin se había decidido a sacar el carnet de conducir el otoño pasado, y tomó rumbo a la parte baja de la ciudad.
Ayudó a Lucas a bajarse del coche, el pobre estaba algo mareado y desubicado, pero mostrada una sonrisa entre curiosa y pícara.
Lo dejó unos minutos esperando en el inmenso vestíbulo y pronto después lo tomó de la mano.
Bajaron del ascensor un piso antes del séptimo cielo y por fin habían llegado.
- Escalón, escalón, escalón...
- ¿Intentas empujarme desde lo alto de una azotea?
- Nunca se sabe, ya lo verás- Una suave risa salió del interior de Victoria.
Lucas retiró la venda de sus ojos...
- Impresionante- Sus pupilas se dilataron debido a la ínfima cantidad de luz.
- ¿Te gusta? Siempre quise saber cómo se verían los barcos en el muelle desde aquí.
- ¿Puedo contarte algo?
- Claro, soy toda oídos- y guiñó su ojo derecho.
- Sabía que algún día encontraría a alguien como tú, me sorprendes con algo nuevo cada día, me encanta cuando ríes y sueltas una suave carcajada, que me mires a los ojos cuando hablo, esa forma que tienes de contar historias y hacer que parezca estar en ellas, que te cuelgues de mi cuello cada vez que nos vemos, la manera tan graciosa en la que estornudas...
Victoria enmudeció, nadie la había descrito de aquella forma antes. Siempre había soñado con un hombre como Lucas, atento, decidido, con sueños cumplidos y otros muchos a alcanzar, romántico y pícaro a la vez, que la hiciese reír y lo más importante...que fuese capaz de descubrir y ver en ella lo que no habían conseguido vislumbrar antes.
Simplemente se dejó llevar y ante aquel increíble paisaje, bajo el frío invierno, se besaron...


Al otro lado de la azotea, separados por la cristalera opaca, se encontraban Andrea y Manuel, viviendo un momento semejante. Andrea aún llevaba la venda cubriendo sus ojos claros y nunca quiso deshacerse de ella...

Un pensamiento llegó movido por la suave brisa a dos de aquellas cuatro mentes que se encontraban en lo alto... Dime que tú tampoco te acordaste de mi en esa azotea y sabré que la historia no acabó por no ser el momento adecuado...






Gracias.







Ciudadana del mundo.

2 comentarios:

  1. Bonito momento el que vivieron, seguro que inolvidable para los dos...al leerlo, pensé en quien quisiera que fuese el que llevase ese pañuelo..

    Un abrazo! encantada de leerte!

    ResponderEliminar
  2. Es curioso que, pese a haber seguido atento su blog durante todos estos años, no hubiese reparado en esta entrada hasta ahora.
    Me gusta. Simple y llanamente.
    Con su permiso (o sin él), me quedo con "Dime que tú tampoco te acordaste de mi en esa azotea y sabré que la historia no acabó por no ser el momento adecuado..."

    ResponderEliminar